Pinturas

10 ago 2021

Volumen + vacío = espacio
Georges Vantongerloo

Cuando, a comienzos de los años ‘70, María Suardi empezó a ir al taller de Ary Brizzi, afianzó una filiación duradera con la tradición más ortodoxa del arte geométrico. Tradición moderna y modernista al fin, la geometría se inspira en las ciencias físicas y matemáticas en cuanto evoluciona con la rigurosa experimentación compositiva que cada artista emprende.

Todo un linaje arranca en la segunda década del siglo veinte, cuando Vantongerloo firmaba junto a Piet Mondrian y otros el manifiesto De Stijl; en años sucesivos, aquel integró otras agrupaciones, desarrollando las ideas que a mediados del siglo traería Ignacio Pirovano a Buenos Aires.

Es allí y a partir de ellas que en 1960 los artistas Eduardo Mac Entyre y Miguel Ángel Vidal fundan el Grupo Arte Generativo, al que se unirá luego Ary Brizzi (1930-2014).

Tengo el feliz recuerdo personal de ir casi volando por la vereda central del boulevard Oroño, de la mano de dos vecinas; habíamos llegado a la Luna y ahora veníamos del Museo Castagnino, de contemplar un arte que no se parecía a nada que yo hubiera visto más acá de mis sueños. Una obra, recuerdo, era un prisma vertical transparente, con colores puros que flotaban en su interior.

El mundo estaba lleno de inventos; el cielo, de estrellas por explorar. La palabra “nuevo” me electrificaba; la palabra “espacio” prometía una aventura infinita.

Espacio = volumen + vacío. Lo que demuestran estas obras, pintadas con una factura impecable por María Suardi, es que en pintura el espacio se hace; no es algo dado. Se genera espacio, experimentalmente, a partir del movimiento teórico de una forma pura en el plano.

A diferencia de Brizzi, que modula, Suardi modela; en vez de limitarse a exhibir resultados, invita a visitar con la imaginación esos espacios que ella misma ha creado mediante el movimiento ilusorio de una forma. Los sensibiliza, los romantiza; les da un viso de arquitectura creíble, inmersa en un cielo contemplable.

Aplica el claroscuro como verosímil visual de mundos posibles, de realidades otras, de lugares. Una línea de horizonte, en ocasiones, sirve para que los volúmenes geométricos virtuales parezcan naves o estaciones espaciales, flotando. Y a la vez no significan nada de eso. Sólo son lo que vemos ahí. La maravilla de cada una de estas obras está en su devenir mundo.

Es que si las poéticas en este período de Suardi, el de los años ‘70, son las del arte geométrico generativo, el sentido de su quehacer tiene más que ver con Arte Concreto Invención, movimiento estético afín, cuya ética de la representación (a la que suele remitir María Suardi a la hora de guiar visitas a sus exposiciones) se basa en la idea de una obra radicalmente autónoma, que no se pretende espejo de ninguna realidad visible exterior a ella, sino que se constituye como realidad singular.

La obra hace mundo.

Con los años, María Suardi, artista plástica mujer y rosarina, se abrió camino con absoluta legitimidad y ejerció con inapelable autoridad su propia heterodoxia americana dentro de un canon internacional eurocéntrico y patriarcal. No se le hubiera perdonado un paso en falso, y no lo dio.

Y esta solidez de su trabajo es la base para que ella haya desplegado y siga desplegando un estilo singular, único, lírico quizás, que reviste racionales formas puras con la carnadura de una belleza sensible, y nos lanza al deleite de la ensoñación.

Beatriz Vignoli
[Julio de 2021]

Curaduría: Leandro Comba / Texto: Beatriz Vignoli